5 abr 2011

Historia en la pared Oeste del cerro Aconcagua

Texto: Mariano Galvan
Fotos: Mariano Galvan (gentileza)

Este verano tenía como objetivo la pared Oeste del cerro Aconcagua, no era que me atrajera mucho, ya que al pasar la mayoría de mis años trabajando por el lado de Plaza Argentina, no tenia la oportunidad de quedarme maravillado con los rojos atardeceres de Plaza de Mulas. Pero aquí entro un poco en juego el ego, el cual me decía que podía ser la primera persona en escalar las cuatro caras del Aconcagua en solitario, hasta el momento nadie lo ha hecho. Pero las cosas que nacen del ego no tienen un final feliz, y mi historia así lo atestigua.
Estaba finalizando la temporada, tan solo faltaban unos diez días para regresar a la civilización, y consulte el pronóstico, el cual me alentó a cruzarme desde Plaza Argentina, hacia Plaza de Mulas. Pero el pronóstico, durante esa semana tuvo la misma credibilidad que el horóscopo. No le pegó nunca. Comencé mi jornada a las 6 de la mañana, con un clima tranquilo, pero esto no duraría mucho, las nubes comenzaron a entrar y luego a nevar. Cuando me descolgué desde cólera, tenía mas de 50 cm de nieve y un viento helado golpeaba mi cara. El pronóstico decía algo nublado y viento de hasta 20 km/h. Nada de eso. Tras una larga jornada logro llegar a Plaza de Mulas, gracias a Dios, los guardaparques me brindaron un lugar cálido y una buena comida.
El panorama no era muy alentador, nevaba y mucho. El día siguiente obligado descanso. Nuevamente chequeo el pronóstico y decía que iba a haber sol. Al mismo tiempo que veía los cálidos símbolos del sol en la pantalla, afuera la nieve caía a 45°, inducida por un fuerte viento. Me dí cuenta de que debía abortar la idea de escalar la “tapia de Felipe”, una mítica ruta que no se había repetido en unos 15 años.


Tan solo había podido tomar unas fotos el día que llegué, entre ráfagas de viento blanco, el resto lo había estudiado de viejas guías, que como notaría mas tarde, no estaban del todo acertadas con el estado actual de la roca y la nieve. Finalmente pase el tercer día en Plaza de Mulas con vientos muy fuertes y no paraba de nevar. Alentado por un amigo que había intentado dicha ruta, me dispongo a salir el cuarto día muy temprano a la mañana. El plan era el mismo con el que venia haciendo las otras caras de la montaña. En el día y con lo mínimo en mis espaldas, sin bolsa de dormir, y sin ningún compañero que me pudiera brindar protección. Pero esta vez, fui un poco más, no lleve tornillos para colgarme, ni arnés, ni cuerdas para realizar algún rapel de emergencia. Parte de mi sabía que no debía ir, pero hay cierta presión cuando uno emprende este tipo de compromiso, ya sea entre amigos o con el ego de uno.
La noche era perfecta, se había calmado totalmente, las estrellas brillaban, y todo el mundo dormía en Plaza de Mulas. Me levante a las 2:30 y comencé los preparativos, agua, comida, abrigo, etc. A las 3 estaba caminando hacia mi primer destino, que sería el campamento Canadá, a unos 4900 metros. De allí debería, hacer una travesía ascendente, hacia un canal, que se bifurca en forma de V, muy fácil de distinguir durante el día, pero recordando que a esta cara de la montaña le llega muy tarde el sol, encontrarla fue un acto de suerte. Las nubes entraban y salían amenazantes, por el momento no representaban un problema, parecía que no iba a nevar, simplemente parecía.
Una vez encontrado el canal, para acceder a el hay que escalar una muy pequeña franja rocosa de grado 4º, y me encontré con la primer hermosa cascada, ví fotos de ella gracias a mi amigo
Vito, el cual me había alertado, que no tomara la fisura que se encuentra por la derecha, y la cual se ve muy tentadora para escalarla, por la calidad de la roca, y no verse muy difícil.
Pero él que la había intentado, ya que por la cascada caían muchas piedras, tuvo que regresar porque al final de dicha fisura, se encontraba un extraplomo, que no había podido superar. Cabe destacar que Vito es un fuerte escalador y había ido con cuerdas y compañero.


Como había llegado temprano a la base de las cascadas, las piedras no caían, y el viento no estaba presente, me habían dicho que si pasaba las dos primeras cascadas el resto seria sencillo. La primer cascada es un hielo de 90°, verdadero hielo 90, con forma de chorreras, y de una dureza muy, muy alta. Al ser irregular la superficie de la cascada, es muy difícil colocar una protección, en el caso de escalar con compañero. Cabe destacar que el año pasado, una cordada que intento esta cascada, sufrió la caída al tratar de de colocar un tornillo y el escalador al caer se le torció la rodilla hacia atrás, por lo que tuvieron que abandonar la escalada. Tuvo suerte de no quebrarse. Afortunadamente pudieron bajar por sus propios medios.
Completo la escalada y logro pasar la primer cascada, muy feliz de dar el primer paso hacia esta hermosa ruta, que vislumbraba muy dura. Transito un corto nevé de 40°, y me encuentro con el segundo desafío, demasiado cerca del primero, todavía no recuperaba el aliento.


Pero me debía mover rápido, ya que empecé a ver rastros de avalanchas del día anterior, caminaba por sobre los escombros de nieve en forma de grandes cubos. Analizo la cascada y veo que por izquierda es muy vertical, así que la derecha es la opción, el hielo es mas homogéneo y liso, me siento mas tranquilo, ya que la máxima inclinación es de 80°, pero todo no estaba dicho. A unos diez metros de comenzar la escalada, me encuentro con un pequeño escalón donde clavo la herramienta, pero al traccionar para subir, se me zafa la herramienta, y rápidamente veo pasar la pared delante de mí. Veo hacia el pie de la cascada, se que voy a caer y veo la mejor manera de aterrizar, si es que existe una. Pero mi cuerpo pivotea sobre la piqueta izquierda, que esta fuertemente clavada, y la dragonera estrangula mi mano. Rápidamente vuelvo a clavar la piqueta derecha, no tengo tiempo para pensar y dar lugar al miedo. Termino de escalar esta casacada de unos 20 a 25 metros y salgo muy feliz al segundo nevé. Me tomo unos minutos para filmar y reflexionar brevemente, no llevaba arnés ni tornillos por lo que no podía colgarme de seguros para descansar, creo haber tocado mi límite. Mi cuerpo tirita por unos segundos, y una vez pasada la adrenalina, que se había volcado en mi sangre; mi corazón y mi respiración se tranquilizan un poco.
La nieve es muy onda en esta parte de la ruta, me cuesta avanzar. El canal serpentea de manera muy cerrada y no se ve bien cual será el próximo destino. La guía decía que el siguiente reto era una franja rocosa que se pasaba por izquierda de grado 6a, unos 10 metros o menos. Pero no fue tan así. Cuando logro divisar la banda rocosa, noto que esa formación estaba como comida en su parte inferior, adquiriendo la forma de una pequeña ola de unos 7 metros de alto, en su parte central se encontraba una formación de hielo que le llamamos una vela de hielo, que no alcanzaba a conectar con el nevé y con el pedestal de hielo que se había formado. Me acerque rápidamente hasta ahí, pero luego de un par de intentos me dí cuenta de que no la podía escalar. Entonces pensé que la ruta iba más a la izquierda, pero me equivoqué en ello también, y luego de realizar unas escaladas muy comprometidas, regreso a la banda rocosa para ver la manera de atravesar aquella parte. Para esto ya estaba consumiendo gran parte de mis reservas de energía. Esta vez decidí arriesgarme un poco más. Me subo a un pequeño pedestal de hielo que se había formado, elevo mi pierna izquierda para trabarla en un resalte, mi mano derecha sujeta la herramienta y de mi mano izquierda cuelga la otra herramienta, permitiéndome asir con la mano alguna toma de piedra. Pero en el tiempo que tardo en limpiar las tomas por izquierda, mi herramienta derecha zafa y salgo disparado hacia atrás, no sin antes clavarme el grampón en la cara interna de mi pierna derecha. Es un dolor fuerte, pero ahora debería preocuparme por la caída, mi nuca golpea la nieve, realizando un giro completo, acto seguido comienzo a deslizar por el nevé y en unos metros logro controlar la caída ya que la nieve es muy profunda. Gua!! pienso dentro mío, ahora a encargarme de la herida en la pierna. Esta no sangraba, estaba a salvo una vez más. Dí por terminado mi intento de escalar por ahí.

Llamo a Vito, para que me ayude por radio, le pregunto por un canal que se encontraba por derecha de mi posición, para ver si era factible intentar por ese lado, afortunadamente me dice que sí, que si encontraba el paso que intentara por ahí. Fácilmente llego al comienzo del canal, pero como no eran pocas las complicaciones, la nieve no se hace tardar y cae copiosamente. Tenía que avanzar por un canal de unos 3 metros de ancho y con nieve de unos 80cm o más. Me siento fuerte y avanzo, con la esperanza de saber de que si pude pasar todas esas cosas ya no tenía más de que preocuparme.

Fue un camino largo ese canal de unos 400 metros que finalmente me deja en el filo suroeste, pero era tan baja la visibilidad que me encuentro confundido. Una alta muralla de piedra se alza ante mí, desconcertado, tomo por la derecha de ella y realizo una travesía sobre nieve de 60°. Pero no llego a ningún lugar seguro. Debo regresar y nuevamente me comunico por radio con mi amigo en Plaza de Mulas para que me guíe. Debo continuar por izquierda, faldeando una alta pared de roca, hasta que esta finalmente se angosta, dejando unos 15 metros por superar, pero en la base de la misma, me encuentro con que está un poco desmoronado y la escalada no es tan fácil. La caída que tuve en la parte anterior y el haber quedado colgado de una herramienta, hacen dudar al momento de encarar este desafío, a lo que hay que sumar que nevaba copiosamente. Estoy desanimado, no veo posible la escalada con grampones y con la mochila puesta. Decido realizar un vivac, y ver que pasa el día siguiente. Me encuentro a 6200m y nieva, mi pronóstico no es bueno, si pensamos que tan solo cuento con una delgada bolsa impermeable para abrigarme durante una muy larga noche, donde las temperaturas rondan los -25°. Ya lo he hecho antes pienso, pero eso no logra quitarme el frío que me envuelve, y que me lleva a pasar tiritando toda la noche, es un buen síntoma pensé, si tiritas es porque tu organismo esta luchando contra el frío, pero a la vez estaba consumiendo calorías y dejando a mi cuerpo exhausto. Era tanta la contracción muscular que sentía como se “dormían” mis pies, es decir, esa sensación de cosquilleo cuando le falta la circulación.
La mañana siguiente estaba perfecta, pero mi cuerpo había hecho un esfuerzo muy grande para escalar entre tanta nieve y para sobrevivir a una noche tan fría, no tenia energía para nada. Por lo que decidí bajar, pero cabe destacar que no tenía cuerdas para descender por las cascadas de hielo. Viendo que la mañana era perfecta, me apresuré a llamar a los guardaparques y pedirles que si me podían tirar unas cuerdas y arnés para poder bajar, aunque sabía que no era una tarea fácil, ya que la ruta es muy angosta e iba a ser difícil colocar el helicóptero ahí dentro. El resto de esta historia la debería contar “EL DURO”, el piloto del helicóptero, pero bue… Me encontraba a 6200 m, el helicóptero no podía acceder a esa altura y maniobrar ahí, así que debería bajar lo más que pudiese. Desarme mi pequeño vivac, y debo decir que me costó más de 15 minutos colocarme cada parte externa de las botas, estaban muy congeladas. Destrepe el canal, que me había servido de variante a la ruta original, y regrese a la última banda rocosa donde había sufrido la caída. Allí llego El Duro con un regalo del cielo, un petate con todas las cosas que necesitaba para poder autorescatarme. Las aspas del helicóptero pasaban muy cerca de la pared, a unos 5 u 8 metros de distancia, era de película, la cuerda que sostenía la carga pendulaba, y ambos sabíamos que si no la dejaba caer en una pequeña terraza, la carga podría precipitarse hacia abajo. Pero no por nada es uno de los pilotos más experimentados y dejó caer la carga a unos 5 metros de donde me encontraba. Organicé el material y comencé con los rapeles, fueron tres rapeles de 50 metros cada uno. Realice puentes de hielo (avalakovs), y por ello pasaba un cordín, esto me servía de anclaje para poder pasar la cuerda y así rapelar. Nuevamente la nieve se hizo presente para complicar un poco mas las cosas. Yo tomaba todo como una dura prueba, para mi cuerpo y para mi mente. A eso de las 6 de la tarde logro salir de aquella angosta y fría prisión.
Afortunadamente, Quique Klausen (un guía cordobés), estaba en el campamento de Canadá y al verme se acerca a mi con un termo de te caliente, y me quita la pesada mochila, hasta llegar a sus carpas. Donde dos chicas de Brasil, muy bonitas ellas, me realizarían una entrevista, para la televisión de Brasil. Así entre mates y sándwiches, van realizando preguntas para la entrevista. El sol se pone cálidamente y se deja ver después de tantas nubes y nieve, es un regalo y me hace olvidar tanto sufrimiento. Con cierta resistencia, abandono el campamento de Canadá, y bajo hasta Plaza de Mulas, donde todos me estaban esperando con abrazos y mucha preocupación.
A descansar y a reflexionar. Esta historia tuvo en final feliz, gracias a toda la gente que se preocupó por mí.

Mariano Galvan


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